Cuando lo casi sagrado se vuelve banal y decadente.
Soy futbolero, de toda mi vida, pero el fútbol se puso maldito, o los malditos
se apoderaron del fútbol. Es lo se ve, es lo que trasciende, es lo que se reitera. Y esa opinión rueda en los clubes, en las canchas, en los diarios, en las radios, en la televisión, repica en las opiniones de las gente, y en la vida cotidiana.
¿Quien no ama el fútbol, quien no lo disfruta? pocas personas en realidad son indiferentes a la atracción incomparable buenos equipos disputando buenos partidos. El maravilloso juego en si mismo atrae a los seres humanos, y ha sido motivo de inmensas alegrías, inconsolables tristezas, pujas divertidas entre amigos, motivo de orgullo nacional. Es una actividad incomparable para los jóvenes y no tan jóvenes, mujeres y hombres. y de gran ayuda para combatir los vicios y darle un sentido mejor a la vida juvenil.
Hoy algo esta mal. En los distintos clubes , aparte de los muy buenos dirigentes, románticos entusiastas que son capaces de arruinar su vida en pos de una institución ganadora deportivamente y pujante socialmente, se concentran hoy por hoy delincuentes de todo tipo y color, barras bravas inescrupulosas y violentas, Sindicalistas, Políticos de toda agrupación, mercaderes de jugadores, y fanáticos desquiciados. Y las organizaciones de nivel superior, llámese AFA, Conmebol, Concacaf, FIFA, etc.etc. son el espejo de esa realidad. No sabemos decididamente si la corrosión va de abajo hacia arriba o de arriba hacia abajo, o en ambas direcciones.
Clubes quebrados, con jugadores y dirigentes millonarios.; y todo eso contemplado y sostenido por una sociedad ingenua y benevolente por usar un eufemismo.
Por cierto es que también un club de fútbol se hunde y se arruina por contratar un jugador que le permita competir mas o mejor, y después de ese esfuerzo el jugador ni da, ni entrega nada que pueda justificar ese valor y esa ruina.
El hincha cree que el jugador comprado, es parte de su delirante visión de amor odio competitivo irracional, y no se da cuenta que el jugador alquila sus piernas y esa habilidad que Dios le dio, al mejor postor y a cualquier camiseta, la que mejor le pague, transformando a los jugadores en competidores por el estrellato y mejores contratos.
Los clubes no le importan a nadie o a muy pocos, ni a dirigentes, ni a dirigidos, ni a barras bravas, ni a directores técnicos ni a jugadores; que no mientan. Solo nos importa a los hinchas de siempre.
El fútbol como deporte, ha muerto, y los ha reemplazado un circo malsano y decadente, pleno de comediantes irreverentes e irresponsables. Llamemos a la cosa por su nombre; no nos mintamos más, sabemos que pagamos por una porquería sin valor, sin competencia racional, vacía de todo contenido. aceptémoslo, es lo que hay, porque eso es hoy, y no se ven señales de que pueda cambiar para mejor; contrariamente es probable que todo empeore.
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